domingo, 2 de noviembre de 2014

"Deme otro" Pescetti lee a Pescetti



Al finalizar el horario de clases llega una madre a buscar a su hijo. La intercepta la maestra, que trae al niño de una mano.
—Señora, hoy Fernando se portó fatal.
—¿¡Otra vez!?
—Pero fatal, fatal… no hace caso, contesta, se burla de los compañeros…
—Pues, entonces, déme otro.
—¿¡Cómo que "otro"!? ¿Otro niño?
—Sí, porque tampoco sé qué hacer.
—Pero, es que no puede ser.
—Con su padre ya le dijimos (mirando al niño), pero si él no quiere hacer caso… Qué, ¿no hay más niños?
—Es que no se trata de eso, la escuela está llena de niños…
—Pues cámbiemelo y listo.
—(Dubitativa). No, pero…
—Casi mejor pruebo con una niña, estoy pensando.
—Es que se me desordena todo, señora, luego vendrá la madre de la niña…
—Pero yo llegué primero.
—Sí, ya sé, pero luego se quejan, no se crea. Y además (señala con la cabeza al niño) es pasarle el problema a otra familia.
—No, porque así aprende, para la próxima lo va a pensar.
—¿Y si no lo quiere nadie?
—¿¡Pero qué dice!? ¿Cómo no lo van a querer si es un niño precioso?
—Precioso sí que es, pero se porta…
—Ah, ¿y qué pretende? ¿Que me lo lleve yo?
—No, si no digo eso.
—Hay que hacer algo, maestra, hay que poner límites, si no van de peor en peor.
—Bueno, ¿y cuál quiere?
—Una niña, ¿no le digo? (mira hacia el patio). Aquélla, la que está saltando.
—¡Elena! ¡Recoge tus cosas que te vas con la señora que será tu madre!
—¡Uf! (la niña con evidente fastidio), ¡estoy jugando!
—¡Ala! ¡Vamos! Sin protestar, mira qué primera impresión más fea le vas a dar a la señora.
La niña, resoplando contrariada por la interrupción del juego, va al salón.
—¿No será peor que éste, no? (la madre, preocupada).
—¡Qué va! Es un ángel, lo que ocurre es que estaba jugando; los niños son así.
Llega la niña con su mochila.
—¿Vamos a casa, Elenita?
—¿Y hay tele?
—(La maestra y la madre sueltan una risa). ¡Claro que hay tele! Y un perro muy hermoso, que a Fernando le gustaba mucho, ¿verdad, Fernando?
—… (el niño, con la mirada baja, asiente).
—¡Qué lindo! ¡Nunca tuve un perro porque mis papás no me dejaban!
—Pues vamos a casa, que ya tienes uno. Y tú, Fernando, pórtate bien con tu nueva familia y nos vienes a visitar cuando quieras, ¿sí?
El niño asintió otra vez, sin levantar la mirada. La madre saludó amablemente a la maestra. Ésta se despidió de Elena con un beso y dio vuelta hacia el patio, con Fernando de la mano.

21 comentarios:

  1. Me encanta esta poesiaaa es la mejor que hay.Laverdad pescetti es un gran autor y me gustan mucho sus cuentos, poesias etc.

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    1. Qué bueno Valen!!! Este es un cuento muy divertido. Y ahora ya tenés un autor que podés buscar cuando compres libros

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    2. Es verdad pescetti es muy buen autor y lo recomiendo, hay muy lindos cuentos de el

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    3. me gusto mucho la poesia seño. pero me parece que el cuento ya lo contastes en clase ¿no?

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  3. Qué pasó con el resto? Recuerden chicos que debe leer y comentar y/o publicar

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  5. me encanta este cuento me lo se de memoria

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  6. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  7. EL cangurito y la familia de los koalas. (Ezequiel Dianes)
    El canguro Daniel, nació de la panza de su mama y luego creció. El canguro no podía saltar por que era muy chiquito, llego la noche y se fue a dormir a una cueva con sus papas.
    Al día siguiente se despertó y no estaba su padre, lo busco y lo busco y no lo encontró. Se puso triste y lloro llamándolos, lo encontraron una familia de koalas que estaban jugando y el canguro le contó que no sabia adonde estaban sus papas.
    La mama koala prometió cuidarlo y ayudarlo a buscar a su familia. Decidieron caminar para ir a buscar y no lo encontraron
    Los papas canguros estaban encerrados en una jaula por que los cazadores los atraparon para llevarlos a un zoológico y no encontraron al cangurito pequeño.
    La familia de koalas con el pequeño canguro fueron por el bosque, por los pantanos y no lo encontraban.
    Cansados se durmieron y a la noche aparecieron unos lobos que se los querían comer, el padre koala los defendió y los lobos se fueron.
    Al día siguiente se despertaron y siguieron caminando para ir a buscar a su mamá, luego fueron por calles de la ciudad, buscaron por todos lados y no estaba la familia. Entonces decidieron ir a buscarlos al zoológico. Y allí los encontraron encerrados en la jaula, después llegaron unos hombres que dispararon dardos al canguro y a la familia de los osos koalas y los encerraron en otra jaula.
    El cangurito para salvar a su mama y a su papa se hizo el muerto y los cuidadores abrieron la jaula se escaparon todos, dejaron a los cuidadores encerrados en la jaula y rescataron a los canguros.
    Se fueron corriendo al desierto. Le agradecieron a los koalas por cuidar al cangurito y vivieron todos juntos y felices.

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  8. Malas palabras de Luis Maria Pescsetti
    Si a las malas palabras no hay que enseñarlas ni decirlas y, menos aún, escribirlas, ¿para qué están en los diccionarios? Los autores, los editores, ¿no se dan cuenta de la tentación a la que exponen a la gente? Es como dejar a un bebé sentado enfrente de un enchufe. El peligro es como un embudo. Entre observar la bonita pared sin peligro y meter un dedo en el citado enchufe, es seguro que el bebé optará por lo segundo. Habría que sacar las malas palabras de los diccionarios. No se puede a todas, porque algunas son malas palabras y partes del cuerpo, entonces como malas palabras estarán mal, pero como partes del cuerpo son necesarias, porque un médico las precisa. No se podría ir a una consulta y decir me duele aquí, y señalarse, porque es, incluso, más grosero. O en una cátedra de cirugía, otro caso, y que el profesor se viera obligado a decir: El… ustedes ya saben, ¿no? No, a las malas palabras y órganos hay que dejarlos. Hasta un abogado, un veterinario, incluso un policía, las necesitan por razones profesionales; pero hay muchas que son malas palabras y punto. No designan nada más. Ésas sí habría que eliminarlas. Y también advertir sobre otras que se hacen combinando buenas palabras. El mismo diccionario debería prevenir: Ojo con usarla de otra manera que no sea…Ni se les ocurra combinar esta palabra con… Así hasta sacar todas las malas palabras de los diccionarios y, mientras tanto, a los niños a quienes se descubriera en el acto de buscar malas palabras en un diccionario: advertirles. La primera vez, advertirles. La segunda vez, aplicar algún castigo corrector, tipo: Te quedás sin salir el fin de semana… No podés invitar a nadie a casa… No te compramos la bicicleta… A la tercera oportunidad decirles directamente: Nene (o nena, pero es un ejemplo), nene: ¿Por qué te gusta meter los dedos en el enchufe de las malas palabras? ¿Querés ser un delincuente el día de mañana? ¿Te gustaría ir preso? ¿No ver la luz del sol más que en un paseíto por día? ¿Entonces?
    Si alguno diera una justificación razonable, de todos modos, guiarlo: Está bien, pero esperate entrar en la carrera de Medicina; ahora sos chico, esperá recibirte de abogado y tener un caso importante, o ser albañil y pegarte un martillazo. Gracias, papá; gracias, mamá. De nada, hijo mío. Vaya a hacer el bien por ahí y no se aparte de la buena senda. No, papá y mamá, y si llego a pisar un poquito afuera les aviso. Así me gusta, pero trate de no pisar afuera. No, lo digo por si pasaba sin querer. Ah, bueno.
    me gusto mucho esta poesia

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  9. Mi aula

    ¡Que entusiasmo en el aula!
    La tiza, el làpiz, el canasto de los papeles
    Y el florero están de recreo.
    —¡Tra la la
    para allá!
    —¡Tra la lo
    para aquí!
    Desde la pared, el pizarròn, negro y se río, les dice:
    —¡Chisst!... un poco de juicio.
    El puntero vigila en la puerta:
    —¡Tocó la campana!
    Y la fiesta termina.


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